Cualquier estudiante puede convertirse en blanco de las acciones malévolas de los acosadores.
Todo puede comenzar con una burla, un chiste, un conflicto entre dos alumnos, un comentario aparentemente inofensivo de un profesor o de otro estudiante, un atuendo raro o cualquier otra cosa que el acosador pueda utilizar como motivo para hacer bullying.
Más allá de esto existen perfiles específicos que los acosadores suelen analizar para escoger sus víctimas:
Niños introvertidos
Personas nerviosas
Individuos con discapacidades
Niños con problemas de aprendizaje
Personas con dificultades para el habla, la escucha o problemas de visión.
Individuos con una orientación sexual diferente
Personas de minorías étnicas o religiosas
El estudiante que se constituye en informante de las malas acciones de los compañeros a quien en algunos ámbitos le identifican de manera peyorativa como el sapo o el chivo.
Niños de clases sociales humildes a quienes muchas veces se les afrenta por no tener la misma calidad de pertenencias que sus compañeros.
Estas víctimas sufren calladas la persecución que les martiriza, pero que en su soledad interior ellos sienten que les toca sufrirla porque no tienen a quien recurrir, nadie que les ayude. Siente miedo y generalmente se angustia hasta el extremo de pensar o poner en práctica soluciones desesperadas.
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